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Efímera muerte

EFIMERA MUERTE
     Ya eran recurrente las noches en las que él se despertaba con un fuerte temblor que le recorría hasta el más mínimo nervio, creyendo que se iba a caer de la cama, pero al abrir los ojos no era así.   

     Siempre escuchaba que alguien abría la puerta, por lo que se levantaba de un salto a ver quién era, pero no era nadie y es lógico porque él vive solo.

    Como el sufría de sacudida hípnica, se le hacía muy difícil conciliar el sueño, por lo que sus noches se volvían largos insomnios.

    En una de esas largas noches, ya cuándo sus parpados comenzaban a caer por el cansancio, escucho la puerta de nuevo, pero esta vez era un forcejeo de la manilla, pregunto quién era y una voz escalofriante respondió: —Vienen por ti — se escuchaba con el aliento agitado, bajo el marco de la puerta.

-Dios ayúdame- rezó una plegaria, tal vez un milagro lo salvaría de está. Desesperado busco algo con que defenderse. En una mano empuñaba el cuchillo mientras que en la otra sostenía el teléfono, esperando que contestara la policía. 

     Un golpe más fuerte en la puerta y esta se abrió, no le dio tiempo ni de reaccionar cuando ya estaba inerte por el frío que invadió su cuerpo, dejándolo tieso.

-DESPERTÓ- sudoroso y agitado... Fue solo un sueño, pensó. Así que paso toda la noche en vigilia.
A la mañana siguiente, estaba tan cansado, que solo basto con recostarse de la cama, para quedarse dormido, en ese momento sintió deseos de despertar, vio la hora y era tarde, tomó sus cosas y se fue hacia su trabajo, pero apenas llegó a la oficina, noto algo distinto, era raro, él saludaba y nadie lo miraba, -Tal vez se levantaron con el pie izquierdo- pensó-, pero aun así era extraño, se sentó donde siempre y llegaron todos sus compañeros y se sentaron en sus puesto habituales… 

     Pasaron las horas y ya era momento de irse, él volvió a saludar y nadie lo tomó en cuenta, entonces decidió agarrar la mano de alguien y fue allí cuando comprendió que no podía tocar a nadie, era como el aire, transparente.  

    A veces hay tanto para decir que simplemente no decimos nada…La muerte tocó a su puerta y ni cuenta se había dado. 

                                                              
                                                                                                                               Autora: Stefany Bello.